En las sombras de la noche, donde la luna brilla con su luz plateada, se desliza un ser misterioso y cautivador, un gato callejero. Sus ojos brillan como dos joyas en la oscuridad, observando el mundo con curiosidad y sabiduría.
Este poema es un homenaje a la libertad y la belleza de estos nobles felinos que vagan por las calles con gracia y determinación.
El susurro de la noche
En medio del silencio de la noche, un gato callejero se desliza en la penumbra, suavemente, como una sombra danzante, escuchando el susurro del viento en su pelaje.
Sus patas ágiles recorren el asfalto frío, saltando de tejado en tejado con destreza, libre como el viento, sin ataduras ni cadenas, bailando al ritmo de su propia melodía.
En sus ojos se refleja el misterio del universo, una mirada profunda que desafía al destino, un destello de astucia y valentía sin límites, que conquista corazones con su encanto felino.
Aunque su voz sea apenas un susurro en la noche, su rugido interior resuena con fuerza y coraje, un eco de libertad que desafía al tiempo, recordándonos que la verdadera esencia está en ser salvaje.
Cada cicatriz en su piel cuenta una historia, de batallas ganadas y derrotas superadas, un testamento vivo de su fuerza y resistencia, una prueba de que la vida se vive con valentía.
Así es el gato callejero, un poema viviente, una oda a la libertad y la perseverancia, que despierta en nosotros la chispa de lo salvaje, recordándonos que en la oscuridad también brilla la esperanza.
En cada callejón, en cada rincón oscuro, se esconde la magia de un gato callejero, un poema eterno que nos invita a soñar, y a encontrar la belleza en lo más inesperado.
Siempre que veas un gato de la calle si puedes dale algo de comer y si no, no lo lastimes déjalo seguir su camino.